lunes, 6 de julio de 2009

HACIENDA SOMOS TODOS ....UNOS MAS QUE OTROS










Constatado que mi pérdida de influencia es notable (hubo un tiempo en que conocía a tres ministros y ahora sólo conozco a uno), todavía conservo amigos que, desde la capital, me ponen al tanto de los disparates y los asuntos de la política, que son para hacerse cruces. Así que el otro día uno de estos amigos, que suele llamarme cuando se indigna, me llamó para desahogarse y comentar el intento fallido de subirles los impuestos a los ricos. Estaba que se subía por las paredes. No entendía que los socialistas hicieran pública su propuesta, a bombo y platillo, a la hora del ángelus y la retiraran a las seis de la tarde. Lo que sucedió, al parecer, fue que alguien del Gobierno, no pudo precisarme si ministro, ministra o subsecretario, se despertó con la bombilla encendida y alumbró la vieja idea de subir los impuestos a los que más tienen para que el resto, currantes, pensionistas y parados, pudiéramos coger aliento y superar esta crisis que nos asfixia. Cojonudo; eso es lo que hay que hacer, no tocar los impuestos indirectos y que paguen los ricos. Exacto, que paguen las grandes fortunas, los directivos de las sociedades financieras y los futbolistas extranjeros, que, nadie sabe por qué bula de Hacienda, pagan la mitad de lo que realmente les corresponde. La propuesta se presentó en el Congreso sobre las doce de la mañana y sus mentores quedaron tan satisfechos que decidieron festejarlo con un mantel de por medio. Estaban orgullosos de lo que habían hecho, de modo que después del aperitivo, la comida y la tertulia con café, copa y puro, se plantaron en las seis de la tarde, momento en qué alguien llamó a capítulo y dijo como quien dicta sentencia: «Vamos a ver? ¿En qué cabeza cabe gravar a los ricos, los financieros y los futbolistas extranjeros?... No os dais cuenta que lloverán los insultos. Que volverán a decir de nosotros que somos realmente de izquierdas. Parece como que no supiéramos hacer otra cosa que insistir en lo de siempre. Seguimos sin tener ni pajolera idea de lo que hay que hacer para salir de la crisis? En la mesa cundió el pánico y lo que fuera tertulia animada se convirtió en un incipiente murmullo que fue subiendo de tono hasta que alguien se atrevió a decir en voz alta: «¡Explícate!». Hay poco que explicar. El asunto es tan fácil como que tienen que ser ellos, los que se hicieron ricos con sus trampas y chanchullos, quienes nos saquen del atolladero. Si ellos no se implican estamos perdidos. Y para conseguir que se impliquen, ya sabéis lo que piden: desregulación laboral, despido gratis, jubilación a los setenta años, reducción del gasto público y que bajemos los impuestos. Piden que no les toquemos sus partes y les dejemos a ellos, que son los que realmente saben, dirigir el cotarro. El argumento era aplastante, pero, por si quedaba algún cabo suelto, preguntaron en Hacienda. ¿Subir los impuestos a los ricos?... Es una tontería, es del todo irrelevante. No llegan ni a un millón las personas -concretamente apenas 720.000, de un total de 18 millones- que declaran que ganan más de 60.000 euros al año. Y sólo faltaba eso, que para cuatro ricos que nos quedan fuéramos precisamente nosotros quienes los lleváramos a la ruina. No sé lo que pensaran ustedes, pero, por mucho que mi amigo se escandalice, es una razón que convence.Constatado que mi pérdida de influencia es notable (hubo un tiempo en que conocía a tres ministros y ahora sólo conozco a uno), todavía conservo amigos que, desde la capital, me ponen al tanto de los disparates y los asuntos de la política, que son para hacerse cruces. Así que el otro día uno de estos amigos, que suele llamarme cuando se indigna, me llamó para desahogarse y comentar el intento fallido de subirles los impuestos a los ricos. Estaba que se subía por las paredes. No entendía que los socialistas hicieran pública su propuesta, a bombo y platillo, a la hora del ángelus y la retiraran a las seis de la tarde. Lo que sucedió, al parecer, fue que alguien del Gobierno, no pudo precisarme si ministro, ministra o subsecretario, se despertó con la bombilla encendida y alumbró la vieja idea de subir los impuestos a los que más tienen para que el resto, currantes, pensionistas y parados, pudiéramos coger aliento y superar esta crisis que nos asfixia. Cojonudo; eso es lo que hay que hacer, no tocar los impuestos indirectos y que paguen los ricos. Exacto, que paguen las grandes fortunas, los directivos de las sociedades financieras y los futbolistas extranjeros, que, nadie sabe por qué bula de Hacienda, pagan la mitad de lo que realmente les corresponde. La propuesta se presentó en el Congreso sobre las doce de la mañana y sus mentores quedaron tan satisfechos que decidieron festejarlo con un mantel de por medio. Estaban orgullosos de lo que habían hecho, de modo que después del aperitivo, la comida y la tertulia con café, copa y puro, se plantaron en las seis de la tarde, momento en qué alguien llamó a capítulo y dijo como quien dicta sentencia: «Vamos a ver? ¿En qué cabeza cabe gravar a los ricos, los financieros y los futbolistas extranjeros?... No os dais cuenta que lloverán los insultos. Que volverán a decir de nosotros que somos realmente de izquierdas. Parece como que no supiéramos hacer otra cosa que insistir en lo de siempre. Seguimos sin tener ni pajolera idea de lo que hay que hacer para salir de la crisis? En la mesa cundió el pánico y lo que fuera tertulia animada se convirtió en un incipiente murmullo que fue subiendo de tono hasta que alguien se atrevió a decir en voz alta: «¡Explícate!». Hay poco que explicar. El asunto es tan fácil como que tienen que ser ellos, los que se hicieron ricos con sus trampas y chanchullos, quienes nos saquen del atolladero. Si ellos no se implican estamos perdidos. Y para conseguir que se impliquen, ya sabéis lo que piden: desregulación laboral, despido gratis, jubilación a los setenta años, reducción del gasto público y que bajemos los impuestos. Piden que no les toquemos sus partes y les dejemos a ellos, que son los que realmente saben, dirigir el cotarro. El argumento era aplastante, pero, por si quedaba algún cabo suelto, preguntaron en Hacienda. ¿Subir los impuestos a los ricos?... Es una tontería, es del todo irrelevante. No llegan ni a un millón las personas -concretamente apenas 720.000, de un total de 18 millones- que declaran que ganan más de 60.000 euros al año. Y sólo faltaba eso, que para cuatro ricos que nos quedan fuéramos precisamente nosotros quienes los lleváramos a la ruina. No sé lo que pensaran ustedes, pero, por mucho que mi amigo se escandalice, es una razón que convence.Constatado que mi pérdida de influencia es notable (hubo un tiempo en que conocía a tres ministros y ahora sólo conozco a uno), todavía conservo amigos que, desde la capital, me ponen al tanto de los disparates y los asuntos de la política, que son para hacerse cruces. Así que el otro día uno de estos amigos, que suele llamarme cuando se indigna, me llamó para desahogarse y comentar el intento fallido de subirles los impuestos a los ricos. Estaba que se subía por las paredes. No entendía que los socialistas hicieran pública su propuesta, a bombo y platillo, a la hora del ángelus y la retiraran a las seis de la tarde. Lo que sucedió, al parecer, fue que alguien del Gobierno, no pudo precisarme si ministro, ministra o subsecretario, se despertó con la bombilla encendida y alumbró la vieja idea de subir los impuestos a los que más tienen para que el resto, currantes, pensionistas y parados, pudiéramos coger aliento y superar esta crisis que nos asfixia. Cojonudo; eso es lo que hay que hacer, no tocar los impuestos indirectos y que paguen los ricos. Exacto, que paguen las grandes fortunas, los directivos de las sociedades financieras y los futbolistas extranjeros, que, nadie sabe por qué bula de Hacienda, pagan la mitad de lo que realmente les corresponde. La propuesta se presentó en el Congreso sobre las doce de la mañana y sus mentores quedaron tan satisfechos que decidieron festejarlo con un mantel de por medio. Estaban orgullosos de lo que habían hecho, de modo que después del aperitivo, la comida y la tertulia con café, copa y puro, se plantaron en las seis de la tarde, momento en qué alguien llamó a capítulo y dijo como quien dicta sentencia: «Vamos a ver? ¿En qué cabeza cabe gravar a los ricos, los financieros y los futbolistas extranjeros?... No os dais cuenta que lloverán los insultos. Que volverán a decir de nosotros que somos realmente de izquierdas. Parece como que no supiéramos hacer otra cosa que insistir en lo de siempre. Seguimos sin tener ni pajolera idea de lo que hay que hacer para salir de la crisis? En la mesa cundió el pánico y lo que fuera tertulia animada se convirtió en un incipiente murmullo que fue subiendo de tono hasta que alguien se atrevió a decir en voz alta: «¡Explícate!». Hay poco que explicar. El asunto es tan fácil como que tienen que ser ellos, los que se hicieron ricos con sus trampas y chanchullos, quienes nos saquen del atolladero. Si ellos no se implican estamos perdidos. Y para conseguir que se impliquen, ya sabéis lo que piden: desregulación laboral, despido gratis, jubilación a los setenta años, reducción del gasto público y que bajemos los impuestos. Piden que no les toquemos sus partes y les dejemos a ellos, que son los que realmente saben, dirigir el cotarro. El argumento era aplastante, pero, por si quedaba algún cabo suelto, preguntaron en Hacienda. ¿Subir los impuestos a los ricos?... Es una tontería, es del todo irrelevante. No llegan ni a un millón las personas -concretamente apenas 720.000, de un total de 18 millones- que declaran que ganan más de 60.000 euros al año. Y sólo faltaba eso, que para cuatro ricos que nos quedan fuéramos precisamente nosotros quienes los lleváramos a la ruina. No sé lo que pensaran ustedes, pero, por mucho que mi amigo se escandalice, es una razón que convence.........Milio Mariño.

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